viernes, 12 de junio de 2009

MI QUERIDO DIARIO

Esta pasada noche me desperté pensando en cual iba a ser mi próxima entrada, de qué podría escribir y me acordé de un texto que escribí cerca ya de 17 años y que mandé a la radio y con gran sorpresa me lo leyeron y con gran más lo pude grabar en una cinta de esas que antes utilizábamos para escuchar música en el walkman. Nunca había pensado que se podría romper y hoy justamente al transcribirla se ha enganchado en el radiocassette, pero ha habido suerte y he podido arreglarla. El programa al que escribí lo escuchaba las madrugadas del sábado al domingo y al que llamaban diferentes personas, a cual vida más desgraciada (ya por aquella época me gustaban a mí los melodramones) y después contestaban otras que llamaban por teléfono dando consejos o narrando las suyas propias, aún si cabían más trágicas. Ya véis a que dedicaba mis noches de fin de semana en aquella época. El programa se llamaba "Mi querido diario" y el texto decía así:

"Mi querido diario, en el silencio de una oscura noche te descubrí. Llegaste a mí como una suave brisa de aire fresca, capaz de avivar las llamas que tanto tiempo habían permanecido ocultas. Esa noche te presentaste con una mirada peculiar, la de unos ojos humedecidos por el llanto de aquél que se encuentra cansado de esperar, de esperar ese amanecer que parece que nunca va a llegar. Más tarde descubriría otras miradas, otros ojos, otras noches que mostrar. Pero cada noche tu mirada era distinta, única. Gracias a ella descubrí que no era simplemente una isla, una isla en el más remóto océano, sino que era y soy parte de un gran contintente, una minúscula pero importante gota de agua que forma parte de un gran inmenso mar llamado humanidad.

La vida no se ha portado todo lo bien que me hubiera gustado, y a pesar de mi corta edad, 20 años, creo haber sufrido mucho, y no por motivos claramente razonables, siempre he sabido que hay problemas más generales y más acuciantes para la humanidad, pero la cabeza y el corazón no siempre funcionan a la par. El hombre al fin y al cabo no elige lo que le ha de doler, ni la intensidad de su dolor, ni el modo de sentirlo.

Lo que realmente me gustaría contarte es que gracias a alguna de las miradas que tú encierras, he logrado llenar de sentido ese sufrimiento ya pasado, al saber que gracias a él puedo comprender de alguna manera esas vidas que se reflejan en tus páginas, a veces tan rotas y tan vacías de sentido. Pero lo que sí tan llenas de gritar, de susurrar el gran dolor que las oprime el corazón. Y ese es el primer paso, quizás el más importante. Cuando has caído en un profundo pozo la única manera de salir de él es gritar, pedir ayuda. También desearía hacerte partícipe de un gran descubrimiento, de un descubrimiento que hice por mi parte. Sé que la vida no es para muchos maravillosa y más bien incluso sea cruel e injusta, demasiadas veces, pero sin duda es única, como únicos somos cada uno de nosotros, poseídos de un valor único y el mismo para todos los seres humanos, cualesquiera que sean sus cualidades, sus defectos y sus diferentes circunstancias. Nada ni nadie podrá arrebatárnoslo, e incluso ni nosotros mismos. ¿Por qué? Porque mi valor como persona, como el de todas, ha quedado fijado ya de una vez por todas cuando vine al mundo, puesto que únicamente depende del hecho que soy un ser humano. Nada, nada de lo que hagamos o dejemos de hacer, aumentará o disminuirá ese valor.

Actualmente al intentar poner en marcha todo esto en la práctica, es lo que da sentido a mi vida. Y todo gracias a todas las manos y a todas esas vidas que han dejado puestas sus huellas en tus delicadas hojas. Y también a todas esas voces que intentan de una manera u otra, echar una mano desde el otro lado del hilo telefónico. Por todo ello...!gracias!".

Ya véis que por aquella época también me enrollaba como las persianas. Un placer compartirlo con cada uno de vosotr@s. ¿Para quién escribo?. Como diría Antonio Gala... sólo para tí!

lunes, 8 de junio de 2009

DEIXA´M EN DEIÀ

Escribo mirando al mar de reojo y percibo el ajetreo de unas ramas de palmera que se contonean al ritmo del viento, escucho el rumor de las olas que con su vaivén esta noche han conseguido mecerme, para aproximar el sueño que ha tardado en llegar. Y respiro, presto atención, me dejo envolver por estos últimos momentos de tranquilidad que seguro que tardarán en regresar.


Fin de semana en Mallorca, regalo cubierto en papel de celofán con un gran lazo, de un color rojo sin titubear, desenvuelto el viernes durante el trayecto aéreo que me trajo a esta isla para poder durante unos días descansar. Mañanas de playa, de ser más que hacer, sin tener que hacer, de dejarme hacer, de divagar al vaivén del sonido del mar. Sin reloj, sin prisas, sin horarios, sin responsabilidad. Me he sentido como una niña que juega en la orilla, por sólo el hecho disfrutar, sin objetivos, sin presiones y con una carcajada en los labios cuando por fin puede sus pies en el agua brincar, saltitos de pura alegría, deleitándose de ese instante, sin pensar que pueda haber alguno más. Así han sido estos tres días, sin expectativas, degustando cada momento, cada sensación percibida. Me llevo mil recuerdos, mil miradas, incluidas la cala de Deià, el castell de Bellver, Valldemossa, la Catedral. Sabores como la coca de patata, la horchata de almendras o de la más típica ensaimada de cabello de ángel sin dudar. El olor intenso de los higos y del hinojo marino. Presencias compartidas, sensaciones disfrutadas, conversaciones distendidas, divertidas y animadas. Y sobre todo me llevo el susurro de las olas de Can Pastilla, repartiendo magia a puñados llenos, despertando sentimientos y envolviendo con burbujas de espuma ilusionada a aquel que se pare a escuchar.


Y cuando caiga en la rutina, cuando tenga ganas de gritar, escapar de esa gran losa que me envuelve fundida en un gran metal... hazte presente en mi memoria, en mi sueños, estos recuerdos que ahora percibo con tanta vivacidad. Para acabar este blog y despidiéndome ya, una foto de un bonito paisaje que recobraré evocada en momentos de intranquilidad, y termino como empiezo pues ahí me gustaría en mi fantasía reposar, por lo que en momentos de zozobra, desasosiego o azoramiento... déjame en Deiá o escrito en esa bella lengua mallorquina... Deixa´m en Deià.