lunes, 6 de julio de 2009

CIUDAD SATÉLITE


Así es como llaman al barrio donde me crié, aunque su verdadero nombre sea Sant Ildefons, barrio obrero de siempre de Cornellà, ciudad a pocos kilómetros de Barcelona y a otros pocos del mar. Aquí transcurrió mi infancia y en estos días que paso de vacaciones, son tantos los recuerdos que se presentan sin avisar, al recorrer cada tramo, cada calle de esta ciudad. Yo que siempre me he quejado, porque ser quejica es mi estado natural, de que no aparecieran cuando agitaba la varita mágica sobre la chistera, que depositaba encima de mi cabeza, y... !sorpresa!, nada dentro de ella. Y ahora en el conglomerado de tan altas paredes de los edificios que se agolpan unos a otro sin cesar, respiro un cierto aroma que tiene mucho de insoronidad. Un olor que me recuerda a unos zapatos nuevos de una talla mucho menor a la que ahora calzo y que me invitan a realizar con ellos un largo caminar.


Y con esos zapatos rojos de gran hebilla plateada paladeo la soledad de los recuerdos que son tan propios, de mis largas trenzas estilo "Casa de la Pradera", que con tanto esfuerzo confeccionaba mi madre, tras el sufrimiento padecido al desenredar mi largo pelaje. Paseo por el mercado municipal a pocos metros de mi viejo hogar, y me paro en los puestos de pescado fresco y contemplo a las dependientas con sus delantales de tira bordada y encaje, entremezclado con un pequeño raso azul todas a juego. Y sin resistir la tentación y cogida de la mano de mi madre, meto un dedo en el ojo de una lubina y toco las escamas de una pescadilla.


Y al volver a casa me encuentro con mis amigas, mis vecinas, y echamos una partida a la xarranca o saltamos a la goma o jugamos a "burro, media manga, mangotero, adivina lo que tengo en el puchero", o me bajo a mi Nancy favorita para presumir de su nuevo vestido que recientemente, hará ya cerca de 30 años, con gran sorpresa me habían traído los Reyes Magos. Y llega la noche y cansada de tanto jugar me descalzo y pongo los zapatos debajo de la cama para un nuevo día esperar, y me arropo hasta la frente, esperando el beso de buenas noches que todos los días me ofrece mi madre sin dudar.


Y en estos días perviven de nuevo sentimientos y sensaciones que creía ya desaparecidos, y se conmueven los afectos que en el cuerpo hacen brotar. Tirita el espacio, tiembla el tiempo y surge un nuevo aliento. Sencillamente viejos recuerdos aparecidos como por arte de magia, de un barrio donde el catalán, aún siendo lengua oficial, nunca logró su huella posar.


1 comentario:

  1. Hola Toñota!!!
    Como siempre, SOBRESALIENTE. No dudé en ningún momento de tus cualidades literarias, pero me estás encantando.
    Te quiero.
    Nuria

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