lunes, 10 de agosto de 2009

DAIMÚS

Tengo suerte de disfrutar de una segunda tanda de vacaciones en las que están incluidas el mar y aunque hoy llueva en este pequeño pueblo a cinco kilómetros de Gandia llamado Daimús, disfruto de todo lo que conlleva este pequeño rincón de Valencia en el que tanto dejé y del que tanto me quiero llevar. Aquí tuve durante cuatro años un pequeño apartamento y que como la marea borra las huellas dejadas por todos los veraneantes pasada la noche, así fue borrado de mi presencia hace ya tres años, cuando la hecatombe del divorcio hizo que me alejara durante tres años de este acogedor lugar.

Regresé ya no al mismo sino a otro que bien quiso el azar, mucho más pequeño, con una cocina estilo office, un baño, el comedor y una habitación nada más, terraza grande, bien iluminado y dando de espaldas hacia el mar, aunque su rugido cuando las olas gimen por la noche pueda escuchar. Días intensos y a veces largos, piscina, playa, paseos, juegos y un sinfín de cosas más. Agotada de todo el día trajinar, para arriba, para abajo, para el medio, dando vueltas sin demorar... gira, gira en la colchoneta que mis hijos se encargan de no hacerla parar. Arena encontrada en cualquier zona del cuerpo por muy recóndita que esta parezca, catando a cada instante como un gourmet el sabor del mar, que más bien a bocanadas y como un hambriento se encarga de devorar. Aguadillas sin ton ni son o más bien con sinotón, que una inventada palabra sea al menos así rimará. Y pasan las horas y se acerca la bendita noche cuando crea así poder descansar, pero para qué están las vacaciones sino están para trasnochar, por lo que el tradicional paseo después de cenar tengo que realizar, paseo marítimo por el que todo veraneante de la playa ha de sus pies posar, horchata o helado, mínimo consumo realizar y después el área de juegos, colchonetas, minigolf o billar, y la luna ya avanzada veo con ojos cansados con gran asombro alumbrar, luna llena y como un gran queso redondo y grande que confundo con el sol que durante el día se ha encargado de mi piel caldear. Y veo niños a caballito vencidos por el sueño encima de sus papás, espero que ni se les ocurra a uno de mis hijos pedirme un deseo más... "mamá, porfi..." y yo bajo la cabeza y me dispongo a mis oidos taponar, ni que fuera el Banco de España para todo el dinero derrochar. Y por fin me dirijo al apartamento, cansada de tanto bregar, se ponen el pijama pero aún... !quieren más!, una peli de Walt Disney desean las majestades contemplar, abro el sofá cama y nos echamos los tres y supongo que adivinaréis quién es la primera en dormitar, antes de que aparezca la primera escena creo que empiezo a roncar, sepultada entre mis dos hijos, mis dos joyas que pesan un quintal, van creciendo y sus cuerpecitos que antes me hacía gracia que se tumbasen encima mía, ahora resultan mis huesos casi quebrantar.

Y ya queda poco para que se acaben las tan deseadas y temidas vacaciones, quizás las dos caras del famoso euro que tan rápidamente por mis manos ha de pasar, vuelta arriba, vuelta abajo, rueda que rodará. La nostalgia aparece antes que las vacaciones quieran terminar y desde aquí, desde este pueblo con vistas al mar, un beso muy certero que vuestra amiga os quiere regalar.

1 comentario:

  1. Me gusto mucho la impresión que transmites de la playa de Daimuz,es la playa de mi infancia, tantos recuerdos y es familiar, vuelven los amigos de siempre, aunque lo ultimos años hayan construido demasiado, es la única pega que le pongo, una pena, como en casi toda las costas españolas. En la playa de Daimuz habría que poner en lo que es ahora la prolongación de la avenida que llega hasta els mareis y mas,cada cierta distancia un punto o lugar donde puedas tomarte un agua si estas a pleno sol y pretendes seguir andando, sin darte cuenta una vez ya lejos del final de nucleo de la playa, que no hay donde decansar a la sombra ni ningun comercio abierto, solo edificios y mas edificios y mas edificios, hay que pensar en todo señor alcalde, no solo en contruir.

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